viernes, 30 de abril de 2010

CXXVI El recetario de Carlos.


Un chorrito de aceite de oliva, una pizca de sal, un huevo y a batir. Así se hace una buena mayonesa. Sacamos la batidora, cogemos una cuchara y emplatamos en la comisura de los labios. La vergüenza ajena la dejamos de postre. Bon profit a tothom!

CXXV Ro - Ta.


Ella dice con su voz de ruiseñor “te quiero mucho: así, así, así, así, así” y extiende los brazos mucho, muchísimo.
Entonces pasa un lobo y le devora los brazos.

miércoles, 28 de abril de 2010

CXXIV Tal vez...


Vivir, tal vez seguir acompañando,
la voz, unos pasos, el frío invierno,
tu recuerdo en mi cuaderno,
Tal vez seguir llorando.

Morir, tal vez mordiendo,
una mirada, un moflete tierno,
un pasillo largo, tu gobierno.
Tal vez seguir queriendo.

Resucitar, tal vez volviendo,
una llamada, un “lo siento”.
dos orgullos, un “me arrepiento”.
Tal vez seguir muriendo.

martes, 27 de abril de 2010

CXXIII El día que aprendí a nadar.


Se enfadó tanto mi madre cuando empecé a llover y mojé las alfombras nuevas, que se inició un disgusto de lágrimas de proporciones épicas digna de los gritos de mi padre, del portazo de mi hermano, de la inundación consecuente de los pasillos y habitaciones, los gritos nerviosos de los vecinos de abajo que se enfrentaban a las cascadas; me tuve que acostumbrar a vivir en una isla, que era mi cama, y ellos en otra, que era la mesa del salón; nos tuvimos que acostumbrar a los barcos que empezaron a navegar el largo tramo de mi habitación al comedor llevando lentamente mis “losientos” a mis padres lejanos, a las tormentas que los hundieron cuando ellos me enviaron sus perdones.
Un día los faros sobre los armarios se apagaron y el tráfico naval de suplicas y disculpas quedó interrumpido.
No volví a ver a mis padres. Tuve que aprender a nadar.

sábado, 24 de abril de 2010

CXXII Otro San Jordi.

Ayer, cuando volvía en moto a casa vi a una muchacha mirando al cielo, estática, rígida en medio de la calle. En su mano derecha agarraba fuertemente el tallo repleto de espinas de una preciosa rosa, la sangre salpicaba la acera. De pronto un hombre corrió hacia la chica, se detuvo frente a ella, la observó y sin tocarla se agachó, acercando su boca al goteo de sangre. Bebía rojo. A lo lejos el sonido de sirenas era incesante, un bloque de pisos ardía sin parar, la gente corría desesperada huyendo del dragón, que seguía escupiendo fuego por la boca. ¡San Jordi ven! ¡Ven San Jordi! - todos gritaban -. De repente apareció el gran y poderoso caballero pero el dragón sin darse cuenta lo pisó. La muchacha pues, recuperó el gesto, dejó de mirar al cielo, observó fijamente la rosa que portaba, abrió su mano lentamente y sonriente se marchó.

CXXI Ayer, un año...

Todo cae por su propio beso.

lunes, 19 de abril de 2010

CXX Cariño...

-Cariño, tenemos que hablar.
Y el hombre saltó
del barco.

domingo, 18 de abril de 2010

CXIX La chica de verde.

Me subí en el coche. Coloqué el navegador en el salpicadero. Escribí la palabra clave. Buscando, buscando… - Destino encontrado. - Faltan 237 km para llegar a su destino. Encendí motores y fielmente me dejé guiar. - Gire a la derecha, a 300 metros continúe recto… Seguí conduciendo. Transcurridas 3 horas la máquina volvió a hablar.- A 100 metros, ha llegado a su destino. La puerta de una cafetería, en su interior, una chica tomando café. La observé desde el coche, solamente la observé. Está bien, pensé. Ignoraba su nombre, jamás conversé con ella, únicamente sabía que el navegador, cada día, me la indicaba más cerca. Pasaron unos minutos, arranqué el coche, di la vuelta y sonriente regresé a casa.
La palabra clave: “Esperanza”

viernes, 16 de abril de 2010

CXVIII Catre Cabrón.

He cambiado las sabanas, bajeras y colchas mil veces, pero mi puta cama sigue almacenando tu olor y tu forma. Cada noche, con su dosificador de mierda, suelta un poquito de ti, cada puta noche. Yo, machacado, ventilo la habitación todos los días desde que te marchaste, e intento superarte, pero llegan las doce y ahí está ella, a cuatro patas, acechándome blanca e inmóvil.

jueves, 15 de abril de 2010

CXVII Un amor caliente.

No necesitaban nada más. No tenían nada más. Solo él y ella. Ella y él. La llama del amor se encendió. La mujer salió corriendo de la habitación, corrió hacia el baño, encendió el agua pero allí nada salió. Él murió quemado estirado en la cama, ella; ya solo era cenizas en el salón.

martes, 13 de abril de 2010

CXVI La M de Metro.


No hay nada más pérfido que los trenes del metro. Las gentes se amontonan y se miran, es un juego de asientos y de roces involuntarios, de chicas que acechan a chicos que las acechan.
En esas miradas secretas he visto todo el deseo del hombre. Las ventanas son tableros de reojos y reflejos. Las estaciones quiebran esas historias mudas y en cada pasajero que baja hay una ruptura eterna capaz de herir al corazón más fuerte.

domingo, 11 de abril de 2010

CXV Obsesiones.


El día anterior se había acostado tarde babeando todos sus apuntes. A la hora siguiente se levantó pronto, aún era de noche, la cama seguía hecha. El frío se le había subido a la cabeza. Volvió a estudiar y estudiar y estudiar, se volvió a quedar dormida, la tinta se corría. El frío la volvió a despertar, secó sus apuntes arrugados y se puso de nuevo, los ojos hinchados, continuó repasando algo que ya se sabía y otro tema que también, volvió a caer, dormía profundamente. De repente el flexo encendido cayó sobre su pelo, esta vez el calor fue el que la despertó, se hizo la remolona, que calorcito, que agustito estaba, de repente nerviosa se desveló. Las 11:30. Tarde, muy tarde, demasiado tarde. La convocatoria era a las 10:00. Y se quedó calva.

sábado, 10 de abril de 2010

CXIII Bajos vuelos.


Era un momento impreciso el dia que empezó a nevar hacia arriba. La gente se sorprendió porque sus sombreros seguían cayendo hacia abajo y, cuando lloraban, seguían formándose estalagtitas y no estalagmitas.

El cielo, no tan infinito, se fue poco a poco cubriendo de nieve y pronto un ancho manto pálido cubrió al sol y a las nubes. La nieve se amontonó y amontonó, y cada vez más profunda fue formando un techo cada vez más bajo.

Un día los hombres dejaron de ir en avión, de subir a las montañas, de construir edificios altos, y empezaron a caminar con los brazos alzados, rozando con la yema de los dedos el frío límite del cielo sobre sus cabezas.

jueves, 8 de abril de 2010

CXII La dura ley.


Fui a comprar el pan, salí de la panadería. Una mujer policía apuntaba en su agenda electrónica la matrícula de un coche bien aparcado en doble fila. De pronto, un hombre de mediana edad salió de mi mismo pan.
-Pero muchacha, anda, si estaba comprando pan, ha sido un segundo. ¡Venga anda, que te invito a un café!
-Con que me quite el vehículo me conformo. Respondió ella entre sonrisas y reojos.
El hombre se subió al coche y se alejó y al doblar la primera esquina a ella de repente se le cayeron los dos botones que tenía en la cara mostrando sus dos preciosos ojos.

martes, 6 de abril de 2010

CXI Sin más ni menos.


La última vez cenamos mirando el plato, nos desnudamos usando sólo una mano, hicimos el amor a la antigua, arreglamos la cama al terminar.

- ¿Ya está?
- Ya está.

Respiramos aliviados, y nos separamos.

lunes, 5 de abril de 2010

CX Sin más.


Se encalló la rueda donde el hámster se pasaba horas y horas rodando, mi abuela que vive sola, no se fijó. Cada día, día tras día, como siempre, le seguía dando de comer, de repente la jaula se rompió, mi abuela escuchó un fuerte estruendo. Atravesó el salón, cruzó el pasillo y al llegar a la cocina, el hámster, de un solo bocado, se la comió.

jueves, 1 de abril de 2010

CIX En un remoto lugar...


Todas las estrellas se encendieron en su honor, la chica lo valía, era puro rock and roll, mientras en la calle ardían piedras al fuego, ella atravesaba el humo con sus medias de cuero. A lo lejos se oían disparos montados a caballo. El viento desordenado seguía levantando el polvo del desierto abriendo las puertas del saloon donde el sheriff aguantando la barra, pingaba el brazo bebiendo el penúltimo trago de aquel licor. El Sol era sofocante, las reses se protegían a la sombra del rancho. Mientras en lo alto de una colina se podía ver como los buitres volaban en círculos. Otros, esperanzados, seguían buscando oro en los fondos de aquel río bravo. A lo lejos se retaban en duelo dos cow-boys arrojando su sombrero tejano. Ella paseaba su encanto cual protagonista del western. Los polvorientos charros sentados en las escaleras del camino no dejaban de piropearla a su paso, a gritos, con su característico acento mexicano. De repente el paso de una diligencia perseguida por apaches interrumpió el siroco. La pluma de uno de los indios cayó al piso, inesperadamente apareció un apuesto y misterioso jinete que lentamente se agacho y la tomó y muy guapo y sudoroso él se la ofreció a la chica, ella desconfió y le empujó ayudada por sus negras botas. Los charros se desmayaron. Ella, segura, continuó erguida con su marcha elegante. Hasta los bandidos callaban su revólver a su paso. Los caballos relinchaban sin parar. Su azabache pelo suelto dibujaba el ritmo de las ráfagas de su caminar. De repente se acercó a las vías y dando un salto espectacular se enganchó al último vagón de aquella locomotora de vapor dejando escrita para siempre la épica de aquel perdido lugar en medio de la nada.