martes, 13 de abril de 2010

CXVI La M de Metro.


No hay nada más pérfido que los trenes del metro. Las gentes se amontonan y se miran, es un juego de asientos y de roces involuntarios, de chicas que acechan a chicos que las acechan.
En esas miradas secretas he visto todo el deseo del hombre. Las ventanas son tableros de reojos y reflejos. Las estaciones quiebran esas historias mudas y en cada pasajero que baja hay una ruptura eterna capaz de herir al corazón más fuerte.