jueves, 3 de noviembre de 2011

CLXXI Ambulancias teledirigidas.

Me acababan de llamar del concesionario. Mi familia andaba preocupada… ¡Ten Cuidado!, ¡ten mucho cuidado!. ¡Qué sí!, ¡qué sí! - respondí. Salí de casa y me dirigí al concesionario. Llegué. La moto me esperaba, relucía. Estreche la mano al jefe. Ya era mía. Me subí, giré la llave y aquello empezó a rugir y rugir.
Llegaba a la calle Aragón cuando de repente una sirena lejana me puso en alerta, se acercaba una ambulancia. Cuando ya estaba a punto de llegar a mi altura me aparté para que pasara pero de repente apagó la sirena y bajó la marcha. Los coches y motos ocuparon de nuevo su lugar. Continué mi camino. Yo seguía alucinado con mi moto cuando de repente un pito, un giro brusco, un frenazo… un silencio… una caída. Aunque fue levemente, resbalé, me caí, no me hice nada. Al segundo escuché un sonido ensordecedor, era la sirena de la ambulancia, la cual había permanecido detrás de mí durante todo el camino, se detuvo a mi lado, se abrieron las puertas con ímpetu y escuche:
- ¡Te lo dije!, ¿Lo ves?, ¡ya te lo dije!
Increíble, el que bajaba de aquella ambulancia gritando era mi padre indignadísimo.

domingo, 31 de julio de 2011

CLXX !De ruta por MÉXICO y GUATEMALA!





!!Ándale!!

!!Nos vemos a la vuelta!!

lunes, 6 de junio de 2011

CLXIX Alicantes...


...A falta de un mes para vuestra marcha definitiva ya os echo un poquillo de menos...

miércoles, 25 de mayo de 2011

lunes, 23 de mayo de 2011

CLXVII Dos vientos.


Sentí tu viento en mi oído,
ese aire en movimiento,
esa brisa, ese rocío…

De repente caímos,
tú explotaste en la caída,
yo salpiqué el camino.

lunes, 9 de mayo de 2011

CLXVI Miradas extranjeras.

Hace algún tiempo Londres me visitó, allí sentí como, en cada mirada, me alejaba poquito a poco de la raza humana global.


Una mirada extranjera es lejana, inexpresiva, extraña y austera,
una mirada extranjera te hace invisible y te aleja,
una mirada extranjera es egoísta, impasible y pasajera,
es impenetrable, moribunda y forastera.

sábado, 7 de mayo de 2011

CLXV Va y viene, viene y va...


Me he dado cuenta de algo importante, todo, absolutamente todo, viene y va.
Van y vienen las modas, los yoyós, los tutús, las norias, las correas de perro y las de hurón. Viene y va la hierba en los rumiantes, la lluvia y las nieves, las nubes y soles, las lunas llenas y los hombres lobo y los que se depilan, va y viene el bello en las axilas, en las piernas y en la barriga, viene y va el feo que se mima porque la otra le mira, va y viene la sonrisa que ni come, ni deja comer, pero hipnotiza. Se van los metrosexuales, vienen los metros y trenes y las plagas de mosquitos y camiones de granadas, de naranjas y de plátanos y de torrijas en semana santa. Vienen y van los aplausos y abucheos, los amores y solteros, vienen y van los ronquidos y los sueños, el sonido en los morteros, y los moteros con sus motores, los motores del silencio. Vienen y van los ascensores, las grúas, los cohetes y los senos. Van y vienen los acordes, los acuerdos, algunos vienen cuerdos, otros llegan locos y se van esquizofrénicos. Vienen y van los meacolonia, los pan sin sal, los heidis y los Pedros de Penélope y las películas de los muerdos. Vienen y van los péndulos, los botafumeiros, los columpios y los rubios pasan a ser morenos. Van y vienen las cigüeñas y sus mochuelos, los pecados y consuelos, las confesiones y los miedos. Van y vienen las persianas, las ventanas, las olas, los holas y las mareas, las anclas y submarinos, van y vienen los torpedos. Van y vienen las gomas de tirachinas y tirabuzones, de arcos y ballestas y las gomas de caras sin careta del momento.
Todo, absolutamente viene y va, va y viene; jamás se detiene.

miércoles, 27 de abril de 2011

CLXIV eMe.


Te compro por tu fiabilidad y tu diseño. Tu motor a veces diesel, a veces gasolina hace que tu conducción sea realmente agradecida. Te elijo por tu tapizado precioso, por todos tus acabados minimalistas y detallados, por tu cantidad de accesorios, por tu cierre no centralizado e independiente, por tu mínimo consumo. Por todos tus suaves caballos y minotauros. Me fascina tu rendimiento en viajes largos, tu tracción a las cuatro ruedas, tu suspensión en los baches, tu agarre en las curvas. Arrancas fácilmente, difícilmente te calas, me encanta tu alegría en marchas cortas y tu dulzura en las largas. Tu increíble trasero dibuja un maletero sin fondo precioso, sano, leal, legal, único en el que cabe de todo. Tus luces halógenas alumbran todo mi camino. Tus parabrisas automáticos desgastan la lluvia y tornan días grises en soleados. Me encanta tu emisora, tu sonido en estéreo, todo tu hilo musical. Pero sobretodo; me quedo contigo por tu matrícula, me quedo con toda tu eme en mayúscula, con tus cuatro vocales y con tu erre perdida. Eres lo que yo buscaba, eres lo que yo deseaba, eres lo que yo quería.

lunes, 21 de marzo de 2011

CLXIII Regla.


Sí, se puede decir que era una mujer fresquita y saltarina, le encantaban muchos hombres a la vez, odiaba el compromiso y amaba la libertad y las margaritas. La mujer siempre tomaba precauciones, era una gran maniática de los "antibabys". Se tomaba pastillas anticonceptivas y pócimas si hacía falta, usaba preservativos y postservativos también. Todo, todo, todo, para no quedarse embarazada jamás. Ella siempre había dicho que si por error se quedara en estado sería su perdición.
Como siempre, cada 28 días clavados, la mujer se encontraba algo hinchada, estaba más arisca y susceptible de lo normal, síntomas inequívocos de que en breve le bajaría la regla. Se metió en el baño. De repente todo el vecindario escuchó el grito, acababa de dar a luz a Regla, un precioso ser, con manos de regla numérica, piernas de escuadra, y cara de cartabón.

!Qué lo disfrutes mujer!. !Todo tuyo!. !Muchas felicidades!

CLXII Amores express.


Entraste, me saludaste, me sonreíste, me miraste, me buscaste, me engañaste, me arañaste, me acariciaste, me arropaste, me levantaste, me evitaste, me despediste. TE MARCHASTE.

lunes, 24 de enero de 2011

CLXI Esencia de papel.


El hombre apila sus libros. La mujer salta nerviosa alrededor del fuego. Trata de leer la obra antes de que desaparezca.
Ve una página aquí, una línea allá.
Quedan cenizas que no se pueden leer, y el hombre pasa a ser un misterio.


Con todo lo que tú no sabes, se podría escribir un libro...

lunes, 17 de enero de 2011

CLX Viajes con retorno.


Volviendo de la playa, en mitad de un camino polvoriento, hemos visto una silueta animal estampada en la tierra.

¡Para!, le he dicho yo a ella. ¡Ay no! ¡Vamos!, me ha respondido.

Como ella no quería volver atrás y observar la realidad de cara, me he bajado del coche y he desandado 20 metros inmerso en el polvo que nosotros mismos habíamos generado a nuestro paso.

De camino pensaba en si sería un erizo, un pájaro, un gato, o un conejo lo que habíamos visto de pasada, allí chafado, impreso en el camino.

Cuatro de la tarde y un sol aleccionador, he llegado al cadáver. Y pese a no tener ojos, ni carne, aparentemente ni huesos (las últimas hormigas se alejaban con la última parte del botín), el pelo del conejo, sorprendentemente, parecía intacto. Me han dado ganas de acariciarlo, pero no lo he hecho. Eternamente pensaré que ha sido una lástima, el no haberme atrevido.

He observado la escena con detenimiento, durante un par de minutos. Todavía se oían, al fondo, las olas ronronear, la música del restaurante chill-out de turno y alguna risa de alguien que se bañaba.

He vuelto a recorrer los 20 metros que me separaban del coche. Y al entrar la he mirado a la cara. Me ha preguntado, ligeramente indignada, que cómo podía ser que me gustaran este tipo de cosas. Y le he dicho No, no me gustan...

Pero acaso tú, si algún día me vieras chafado en el asfalto, sin ojos, sin carne y sin vida,
acaso tú no te pararías para abrazarme, para tocarme, acariciarme la cara vacía, para mirarme, por última vez?

viernes, 14 de enero de 2011

CLIX El Hombre de Musgo.


Sonó el despertador de mi casa de tres pisos. Me fui desperezando y abrí las persianas con mi mando a distancia. Yo era un chico soltero y rico, gay y metrosexual, acostumbraba a comer en los restaurantes más modernos y caros de la ciudad, era un gran empresario, me encantaba la moda y la depilación integral.
Me puse mi batita, bajé por la escalera de caracol y me acerqué al aseo, pulsé el botón de las burbujas y me metí en mi jacuzzi con vistas a las montañas asturianas. Durante el relajado baño de sales no dejaba de pensar en que por fin hoy, estrenaría esa crema exclusiva para el rostro que tanto me había costado conseguir. Salí del jacuzzi, me sequé suavemente, me puse en frente del espejo, abrí el envase y me aplique un poquito en la cara. La reacción en mi piel fue inmediata, empecé a notar un frescor muy especial, notaba como todos mis poros se abrían, pero… empecé a notar algo raro, de repente me empezó a crecer hierba en el interior de la boca, casi no podía respirar; mientras, todos mis brazos se llenaban de musgo. Apenas veía, pues el musgo que me envolvía la cara había crecido demasiado regado por el agua de mis lágrimas. Los caracoles y gusanos rápidamente encontraron cobijo y alimento sobre mi espalda. Aullé de dolor y corrí, corrí, corrí lejos, huí rápido; no quería que nadie me viera así.
Vivía en un pequeño pueblo montañoso rodeado de extensos prados verdes donde pastaban las cabras, pastaban las vacas lecheras y pastaba yo las horas… estirado, refugiado, escondido, verde con verde me sentía seguro. Lloré mares, me costó mucho acostumbrarme a vivir de esa manera cual verde ermitaño, pero al final lo conseguí, me adapté a vivir en el campo, aprendí a cazar, me acostumbre a comer de todo, aprendí a utilizar la lengua buscando hormigas en hormigueros, degusté insectos varios, ciempiés, cucarachas... Más tarde, me empezó a gustar también la carne cruda. Empecé a compartir la carne fresca de ovejas muertas con los buitres de la zona…
Sin darme cuenta había cambiado las cremas por el abono; sí; por rebozarme en la mierda.
Se acercaba la navidad… me levanté de la choza, como cada día, helado de frío, miré al frente y vi como dos hombres se acercaban… tembloroso me tumbé boca abajo y me quedé inmóvil, no quería que me descubrieran, escuché como hablaban entre ellos… estaban buscando musgo para poner en los belenes, de repente alguien me tocó, alguien me estiró, sentí tanto dolor que no pude aguantar y me levanté del suelo como un rayo. Los dos hombres, al verme, empezaron a gritar; yo, rápidamente y sin pensar cogí una de las cornamentas del último ciervo que había zampado la noche anterior y se la clavé a uno de ellos. El otro huyó, salió corriendo, le perseguí a cuatro patas por el prado hasta que le alcancé y le mordí en el cuello. Escondí los cuerpos y me pasé unos segundos llorando, había matado a dos personas… a los cinco minutos ya me estaba comiendo sus cadáveres.
Me había convertido en un ser despiadado, en un asesino. Lo peor de todo es que había probado la carne humana y me había encantado, me había parecido tan jugosa…
La desaparición de los dos hombres juntamente con las quejas continuas de pastores y vaqueros denunciando el robo de algunas de sus reses sembró el nerviosismo en la población. Diferentes testigos afirmaban haber visto a un ser verde correr por los bosques, afirmaban que parecía algo recubierto como de musgo.
Desde aquel momento el pueblo entero se llenó de carteles: “Recompensa; 1.000.000 de euros quien traiga la cabeza de “el Hombre de Musgo”. Yo, ajeno a todo lo que acontecía fuera seguía aplicando los huesecillos de una de las últimas ovejas del rebaño y porque no decirlo; anteriormente también me había comido al pastor, a la mujer del pastor y a los perros. Cada vez tenía más hambre y menos cabeza. Cuanto más comía más hambre tenía.
La población estaba atemorizada. Organizaron redadas para encontrarme, día y noche. Todos los días del año durante meses y meses.

Finalmente el Hombre de Musgo fue hallado, juzgado y encerrado en una jaula de osos panda, atado con cuerdas, fue encontrado muerto, devorado, junto a unas cañas de bambú.

Esta es la última instantánea que se conserva de este ser; de este al que todos llamaron en su día: “El Temible Hombre de Musgo”.