
Un chorrito de aceite de oliva, una pizca de sal, un huevo y a batir. Así se hace una buena mayonesa. Sacamos la batidora, cogemos una cuchara y emplatamos en la comisura de los labios. La vergüenza ajena la dejamos de postre. Bon profit a tothom!
Dicen que el bosque tiene un equilibrio de sonidos y silencios... En él, se concentra lo que nos atemoriza y nos atrae...
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Ayer, cuando volvía en moto a casa vi a una muchacha mirando al cielo, estática, rígida en medio de la calle. En su mano derecha agarraba fuertemente el tallo repleto de espinas de una preciosa rosa, la sangre salpicaba la acera. De pronto un hombre corrió hacia la chica, se detuvo frente a ella, la observó y sin tocarla se agachó, acercando su boca al goteo de sangre. Bebía rojo. A lo lejos el sonido de sirenas era incesante, un bloque de pisos ardía sin parar, la gente corría desesperada huyendo del dragón, que seguía escupiendo fuego por la boca. ¡San Jordi ven! ¡Ven San Jordi! - todos gritaban -. De repente apareció el gran y poderoso caballero pero el dragón sin darse cuenta lo pisó. La muchacha pues, recuperó el gesto, dejó de mirar al cielo, observó fijamente la rosa que portaba, abrió su mano lentamente y sonriente se marchó.
Me subí en el coche. Coloqué el navegador en el salpicadero. Escribí la palabra clave. Buscando, buscando… - Destino encontrado. - Faltan 237 km para llegar a su destino. Encendí motores y fielmente me dejé guiar. - Gire a la derecha, a 300 metros continúe recto… Seguí conduciendo. Transcurridas 3 horas la máquina volvió a hablar.- A 100 metros, ha llegado a su destino. La puerta de una cafetería, en su interior, una chica tomando café. La observé desde el coche, solamente la observé. Está bien, pensé. Ignoraba su nombre, jamás conversé con ella, únicamente sabía que el navegador, cada día, me la indicaba más cerca. Pasaron unos minutos, arranqué el coche, di la vuelta y sonriente regresé a casa.
He cambiado las sabanas, bajeras y colchas mil veces, pero mi puta cama sigue almacenando tu olor y tu forma. Cada noche, con su dosificador de mierda, suelta un poquito de ti, cada puta noche. Yo, machacado, ventilo la habitación todos los días desde que te marchaste, e intento superarte, pero llegan las doce y ahí está ella, a cuatro patas, acechándome blanca e inmóvil.




