lunes, 18 de febrero de 2008

X Santiago.


Santiago era un chico ejemplar, tan estudioso y responsable, que muchas veces sufría las consecuencias por parte de sus compañeros rebeldes de clase. Su novia, muy parecida a él, de la misma clase, de tan solo 16 años, últimamente estaba siendo más cariñosa con él que de costumbre. Recibía más llamadas, cenaba casi cada día con amigos, sus padres no dejaban de premiarle por sus notas. Empezaba a sentirse realmente feliz. Su vida social había cambiado mucho desde aquel desayuno a la nueve de la mañana con su padre. Era consciente de que la vida le había dado un giro y no comprendía muy bien el porqué.

Pasaron unos meses, empezaba el verano y Santiago estaba mejor que nunca, había sacado las mejores notas de clase y soñaba con un montón de nuevas ilusiones. Aquellos primeros días de verano fueron increíbles. Siempre estuvo rodeado de gente, le encantaba jugar al fútbol, era delantero centro. Alguna tarde iban al cine, otras a patinar. Disfrutaba al máximo.
Un par de semanas más tarde Santiago volvía de cenar con su novia. Era una espléndida noche de verano. Antes de despedirse, se pararon a ver las estrellas de aquel cielo abierto, allí se quedaron, estirados en aquella fina arena de la playa barcelonesa junto a unas barquitas pesqueras.

Aquella noche Santiago se fue a dormir con una gran sonrisa; sería la última pues a la mañana siguiente su madre se lo encontraba muerto en su cama.

El día a partir del cual la vida de Santiago cambió; efectivamente, fue el día que desayunó con su padre a las nueve de la mañana en aquel bar al lado del hospital, acababan de salir de hacerle unas pruebas médicas, le acababan de predecir la fecha de su muerte, le habían detectado un cáncer galopante, muy avanzado en los pulmones contra el cual ya no se podía hacer nada.Esta fue la última frase que escuchó su padre en boca de su médico: Lo siento mucho, la vida viva de Santiago, acabará; solo es cuestión de tiempo.