
Pero también me explicaron que hay algunas que despiertan, que superan su tristeza, que poco a poco se deshilachan y que en su primer batido de alas arañan al cielo de color, que dibujan paredes de colores tan intensos que ofenden al Sol, que son capaces de subir tan alto que llegan a morder a las estrellas y que después esconden sus alas y se dejan caer de nuevo a la tierra y cuando están cerca de ella planean y vuelan a velocidades de vértigo y que acaban posándose en las corolas de las flores, que se tumban y se estiran, que se despliegan y se relajan y sonrientes y sin moverse polinizan a los mundos de alegría, gozo y satisfacción.