jueves, 2 de octubre de 2008

XXIX Raúl y Pedro.


Hasta los ciegos podían leer sus hojas de apuntes pasando las yemas de sus dedos por las mismas. Raúl era un hombre nervioso. Destrozaba frenos de mano y manos sin freno, era horriblemente guapo, interesante y aplicado. Rompía mesas con sus codos. Estudiaba por vicio pero no fumaba. Su mirada era correosa y corrosiva. Se peinaba con tenedores y con tenedores no comía, devoraba, no saboreaba. Se cortaba las pestañas, él nunca lloraba. Era un hombre muy seguro de sí mismo. Se peinaba hacia arriba, siempre iba perfectamente peinado y repeinado. Aunque se desplazaba en coche, siempre llevaba casco.
Aquel día estaba tranquilamente cardiaco, había quedado con Pedro, un chico delicado y despeinado, el cual apoyaba sus codos mientras estudiaba, en esponjas esponjosas, suaves y desinfectadas, temía poder dañarse. Era guapísimamente horrendo, tenía largas pestañas, lloraba a menudo. Era inseguro por vicio y naturaleza, siempre se desplazaba en su moto de tres ruedas, nunca llevaba casco, bebía agua a cucharadas. Era extremadamente extremado.
Se acercaba el momento del encuentro, Raúl lo esperaba con el casco puesto en el interior de su coche, Pedro estaba al llegar. Ahí estaba Pedro. Habían quedado en un parking a las afueras de la ciudad, estaba desierto pero Pedro aparco encima del coche de Raúl, no quería ensuciar las tres ruedas de su moto.
Se miraron, no se hablaron, se sentían atraídos, se despojaron de sus camisetas, empezaron pues a besarse sus ombligos, eso era lo que les gustaba, eran raros... ¿ y qué?, eran entrañables, eran 2 seres enamorados.
PD: La foto corresponde a la mochilita de Pedro.