domingo, 2 de marzo de 2008

XV Dentro de aquella Ermita...


Despertaba…

Gateando a ciegas por lugares oscuros, manos descalzas, pies atados atornillados, con la mirada blanca y mareo continuo, se encontraba un ser del todo malherido.
Dolor infernal en sus pupilas, pisaba el suelo por obligación, no por fortaleza; abría los ojos, no por ganas, sino por instinto de supervivencia.
Lloraba sangre de impotencia, se arrastraba oscuro entre esas cuatro oscuras paredes, llenas de mensajes, asqueroso olor inundaba el Zulo.
Gritaba desesperado, cual animal en el matadero, pero nadie iría a recogerlo del suelo.Tenía hambre de vida, no se daba por vencido, sabiendo que posiblemente de allí no saldría. No notaba el viento, casi ni el aire, solo el sonido desgarrador de un generador gigante.
Los días, los meses transcurrían eternos, impasibles y fríos y él, cada vez se encontraba más destrozado por dentro y por fuera, comía y bebía de sus propias necesidades, estaba ya tan desesperado que deseaba su propia muerte; su libertad.
No entendía como había llegado allí, como alguien le podía estar haciendo todo aquello.
Finalmente moriría no del hambre sino de la incesante pena.