viernes, 10 de abril de 2020

CXCVI Mini historias invisibles de cuarentena I.


Se levantaron los cuatro miembros de la familia porque unos a otros involuntariamente se fueron despertando. Esa cama de 160 x 190 cm acogía el descanso colectivo de esas cuatro almas luchadoras de una familia todavía ilusionada, recién llegada a España.
Los niños corrieron a mirar por la ventana enrejada de aquella planta baja.
- ¡ Hace un día precioso, niños! - sacaba fuerzas la madre en el día 29 de aquel encierro.
- ¡ Sí mamá! - exclamaban los niños contentos mientras sacaban su bracito entre las rejas.

Era la hora de desayunar y abrieron la puerta de su habitación.
- Hola, buenos días - saludó educadamente la familia Rodríguez desde el pequeño sofá, los cuales habían amanecido más temprano.

Aquel oscuro comedor en forma de media luna acogía también una mesa redonda de madera, desde la cual también se alcanzaba a ver la imagen de la televisión de tubo que había enfrente del antiguo sofá de dos plazas. Un baño pequeño al lado de la cocina y una tercera habitación donde la familia Zambrano acunaba a su bebé recién nacido que no paraba de llorar.

Todos menos el marido de Isabella que todavía trabajaba, esperaban en casa, después de sufrir el ERTE.

Entre ataques de ansiedad y algún que otro lloro convivían y resistían sin música ni aplausos esas tres familias solidarias, los unos con los otros, en ese agujero de 60 metros cuadrados.

La resiliencia continua en esa casa, iluminaba y eliminaba toda oscuridad física y psicológica pasajera.