viernes, 19 de febrero de 2010

C En tus ojos dejé mi vida.


Poco a poco tu mirada se apagaba, levemente te hundías, yo enganchado a tu pestaña resistía los fuertes vientos en tu retina, las inundaciones de tu lagrimal, los terremotos en tu pupila. No dejaba de mirar fijamente el color de tu iris, te quería transmitir mis fuerzas, no quería que te rindieras. Luché durante horas, pero tú, cada vez tenías menos firmeza, temblabas, sufrías, yo seguía observándote, seguía sonriéndote, no te rindas por favor, aguanta, te gritaba. Pero tú, cada vez más débil, te ahogabas, yo me negaba a rendirme, seguía contemplándote, queriéndote, ayudándote. De repente, se te desprendió la cornea, el azul de tu iris se borró y tu luz se apagó, cerraste los ojos y yo sin apenas fuerzas me desplomé, caí, me precipité al abismo de tus pies y desde entonces te guardo, te acaricio, te recorro… y aquí por siempre me quedaré.

Esta es mi entrada número 100. Estoy orgulloso de mí mismo, jamás pensé que esto llegaría tan lejos.