lunes, 3 de noviembre de 2008

XXXVIII Crónicas heladas.


Hoy es 2 de noviembre, estoy en Soria, me acabo de levantar, he mirado por la ventana, aún no ha cuajado pero ha comenzado a nevar. La gente con los abrigos, cremalleras hasta el cuello, en la mano paraguas, zarandeados por el viento. Miro al cielo, me preocupo, no lo veo, está gris, apagado y espeso, me tomo un chocolate caliente, me lo merezco. Salgo a la calle, como no hace frío ¿sabes?, me lo invento. Mis manos se hielan, ni guantes, ni manoplas llevo; mira por donde, orejeras me he puesto, no vaya a ser que se caigan las orejas al suelo. Dedos en mis pies; ya no tengo, los perdí bajando al Collao donde había quedado con estos, no me los siento, me compré unas zapatillas muy modernas y bonitas, pero que me entra el agua, que no veas por dentro. No puedo, me muero. El hombre, víctima de la moda, osease yo, saludo a la gente; - Hola, ¿ que tal? Sonrío... pero digo por mis adentros, - Joder! Haber cuando nos vamos pa’ casa, que ya soy copito de hielo! Y encima, como tonto me pido lo que sería un granizado en aquel momento, un Martini con gaseosa helado, para agravar más si cabe, mi temperatura corporal bajo cero. A duras penas llego a casa, a casa de mi abuela por cierto, pero cual es mi sorpresa, ¡hace más frío dentro que fuera! La calefacción aún no está puesta. Y tirito mientras como, y como resistiendo y todo se me duerme pero yo no puedo, ya ni la vieja manta roja a cuadros de la Saca calma mi tormento.
Y así resumo un día bonito por lo blanco pero intenso por el sufrimiento y es que uno aunque lo niegue es de costa, catalán y friolero.