viernes, 26 de septiembre de 2008

XXVII Querida naranja:


Desde bien pequeñito,
fue él, quien sino,
quien me peló la naranja,
y con amor me la dio.
A veces quito pepitas,
otras veces no,
quería que me espavilara
que aprendiera a ser mayor.

Fui creciendo y más tarde
a pelarla me enseñó,
sin tocarla con las manos
está vez lo hice yo,
sin ayudas y a lo loco
igual de buena supo y “sabió”.

Un día fuimos los dos,
elegimos la naranja,
del mercado y con sabor,
la comimos en casa,
disfrutamos un montón.

El tiempo iba pasando,
pero los años no...

Un día se te ocurrió
mandarme a comprarla solo,
aquel día; se me cayó.
Intenté coger la buena,
pero cogí la peor,
ya no estabas para ayudarme
para coger la mayor.

Hoy, ya siempre la compro solo,
ya no me gusta su sabor,
aún recuerdo cuando comprábamos
y comíamos ambos dos.

Supongo que dentro de poco,
A mi hijo; también, se la elegiré yo,
Haré como hizo mi padre conmigo,
Siempre; siempre, le compraré la mejor.