Cada vez me doy más cuenta de lo que significamos para el
resto, conocemos a cientos de personas, cientos
de pájaros que se posan en tu vida y el día menos pensado vuelan y te abandonan.
Gente que solo se aprovecha, gente que solo te pone buena cara y gente que ni
eso. Porque he aprendido que nadie te reconoce el trabajo bien hecho y no tan
solo eso, sino que hay gente que hasta le jode tu éxito, he aprendido a
trabajar bien porque a mí me reconforta, nada más. La gente es muy egoísta e
individualista. Yo antes lo pasaba mal, ahora ya me he cansado. Ya me he
cansado de abrir los brazos cuales ramas para que los demás se posen, ahora me
he convertido en ave de paso, liderando a todo el grupo de de pájaros y
pajarracos que andan sueltos. La picaresca de mi pico siempre me acompaña, mi
visión periférica me ayuda a observar y analizar cada comportamiento desde las
alturas, he aprendido a no involucrarme demasiado, a pasar desapercibido
enterándome de todo y cuando alguna, rara vez, me encuentro con alguien que vale
la pena no dudo en subirle a mi lomo y volar, colmándole de alegría y esperanza
y aunque el vuelo normalmente dure poco, el tiempo vivido es tan intenso que el
recuerdo lo torna eterno y dura poco porque yo ya no me poso con nadie,
continúo mi camino. Eso sí, cada día después de volar vuelvo a mi nido con mi
familia, allí me relajo, allí me quito el disfraz de pájaro y me convierto en
lo que soy, sin defensas ni escudos, tal cual soy, o intento ser… el mejor
padre y un mejor marido.