Decidí asaltar tu boca, sin cuerdas y a lo loco, pero apenas
pude acercarme pues se cerró herméticamente al sentirse amenazada. Estuve días
merodeando la zona pensando en la manera de esconderme, de colarme, de cómo
colocarme… Me armé de valor pero cuando ya estuve a punto de coronar la cumbre
de tus dientes, tu voz, cual avalancha, me empujó al vacío. Exhausto y dolorido
me arrodillé en tu labio y te miré, después de meses intentándolo me había
rendido, lentamente me levanté y me di la vuelta y cuando ya estuve a punto de
marcharme definitivamente, tu lengua me tendió un puente sobre la cordillera de
tus dientes, caminé por ella y por fin me bañé sin ropa en tu pantano de saliva.