Abrí este bar con estilo y lo logré, conseguí que fuera
glamuroso, pero el bar eres tú, mi querido amigo.
Antes de que tú llegaras los
clientes, mis clientes, me pedían bajito y con mucha educación, las conversaciones
intelectuales se mezclaban con silencios aún más sabios, en los baños se tiraba
de la cadena y la gente se lavaba las manos al acabar, permanecían impecables
durante toda la jornada. Jamás de oía un grito ni una palabra malsonante…
Hoy, el paragüero que tantos paraguas de diseño almacenó se
ha convertido en papelera de servilletas de papel, el suelo es un palillero de salivas
y serrín. Los gritos y borracheras inundan el ambiente. El fútbol es la ley. Pero
lo peor de todo es que no puedo echarte pues desde que tú llegaste todos mis clientes se
han ido convirtiendo y son todos como tú, desgraciado, curruqui asqueroso.