La corriente me trajo hasta aquí, juro, no hice nada, solo me dejé
llevar. Cierto es que tampoco remé a la contra. Y ahora aquí estoy, en
el subsuelo, con el agua al cuello y subiendo. Hay una trampilla, puedo
sentirla, la toco con mi pie, me sumerjo, ya he intentado abrirla; no
puedo. Y en lo alto una ventana sellada, veo tantos aeropuertos como
ganas de volver. El agua sube, quema, seca...tengo mucha sed. Ya solo
puedo respirar por la nariz, con la boca cerrada, inundada, mis ojos suben. Los
aviones aterrizan en mi cabeza ladeada. Ya no grito, me relajo y me
hundo, de repente la trampilla se abre y el agua fluye. Yo me quedo
estirado, exhausto, mojado en el suelo.
A los pocos minutos muero ahogado de aire.