miércoles, 25 de noviembre de 2015

CXCI Seguí remando.

Tu reflejo, fue tu reflejo al subir a la barca, tu reflejo de cisne en el lago tranquilo es el que me embelesó. Nos mirábamos, nos remirábamos  a través de las aguas quietas, nos guiñábamos, nos sonreíamos, nos tocábamos, nos jurábamos todo hasta que cogimos los remos y empezamos a remar y movimos el agua, y te miré de reojo, de repente tu reflejo ya no era tan perfecto, ya no teníamos tanto tiempo para mirarnos; seguimos remando, el lago entonces, ya no era tan bonito; seguimos remando, empezabas a tener frío; seguimos remando, la barca se te hacía pequeña; seguimos remando, y te enfadaste muchísimo porque te salpiqué sin querer; seguimos remando, y tú te cansaste; seguí remando pero con un solo remo la barca perdió el rumbo; seguí remando, tú mirabas al suelo sin hablarme con los brazos cruzados; seguí remando, intentaba animarte; seguí remando y remando y remando y remando y remando sólo y la barca se perdió a la deriva. A lo lejos, de repente, apareció una gran barca a motor, tú te levantaste y llamaste al capitán con una gran sonrisa, la barcaza se acercó, se detuvo, te subiste a bordo y me abandonaste. Te alejaste. 

Una horas más tarde, después de coger tu remo y jamás soltar el mío, y remar y remar hacia la orilla, te encontré en medio del lago con el capitán. Vuestra barca se había quedado sin combustible, tú me pediste regresar a bordo. Yo seguí remando hasta que pisé tierra firme y firme me marché a casa.